Antes que la evangelización, en estas tierras, los jesuitas les inculcaron a los nativos el trabajo en comunidad y la capacidad de organización. A finales del 1500 establecieron los primeros colegios y estancias. Funcionaban como verdaderas empresas en las que los nativos aprendían labores, a trabajar la tierra, la carpintería y a conocer el Evangelio. Su labor excedía lo espiritual, entendiendo que de esta forma preparaban el terreno para la prédica de la Palabra.
"En Tucumán hubo un gran jesuita, Alonso Barzana, un hombre que era un apóstol imbuido del deseo de predicar el Evangelio. Realizó una labor extraordinaria como lingüista, recopilando palabras en el idioma de los nativos. Escribió diccionarios y libros de gramática sobre las lenguas aborígenes, que han permitido a los estudiosos conocer sobre la poblaciones originarias como sólo se lo puede hacer a través del idioma", contó Teresa Piossek Presbisch, historiadora.
En San Miguel de Tucumán contaban con un templo de gran valor arquitectónico: la iglesia de María Magdalena. Cuando fueron expulsados en 1767 por la corona española, ese solar pasó a manos de la orden franciscana. Cambió su nombre a templo de San Francisco. "No tenía la forma que conocemos hoy en día. Allí funcionaba su colegio porque ellos no hablaban de conventos. Tenían una biblioteca de gran valor que se perdió cuando los expulsaron", añadió la historiadora.
Otro de los jesuitas que dejó huella fue Antonio Machoni. Trabajó con los indios lules en la frontera de Tucumán, Salta y Santiago del Estero. "En la misión logró transmitirles ideas culturales como dejar el nomadismo, vivir en comunidad, trabajar la tierra y criar animales. Muchos de esos indígenas terminaron viviendo en la misión de San Isidro de Lules. Allí les enseñó carpintería. Si bien no trabajaban la tierra, Machoni se dio cuenta de que poseían una habilidad manual extraordinaria", comentó.
Llegaron a instalar sus estancias en otros pueblos: San Carlos, en Salta, y Santa María, en Catamarca, pero tuvieron un trágico final cuando se desastó la tercera guerra Calchaquí por causa de Pedro Bohórquez. Ese aventurero español se hizo pasar por cacique inca y consiguió ganarse la confianza de los calchaquíes. La farsa duró dos años, tiempo en el que logró organizarlos como ejército. Con ellos llevó a cabo la tercera guerra Calchaquí contra los españoles. En el Fuerte de San Bernardo, cerca de Salta, un ejército de 200 indígenas fue derrotado. Bohórquez, finalmente, fue apresado y lo mataron. Las misiones terminaron incendiadas y los jesuitas tuvieron que huir de esas tierras.
En Tafí del Valle establecieron una gran estancia en La Banda. Ellos valoraban mucho la fertilidad de la tierra tucumana. "Allí empezaron a enseñar una industria que luego caracterizaría a la zona: la fabricación de quesos", señaló la historiadora.
Cuando la orden abandonó el norte toda su obra se diluyó. Esas empresas agrícola-ganaderas se sostenían por la tenacidad y la disciplina que poseían los jesuitas. Nadie más pudo lograrlo.
San José de Lules
A fines del siglo XVII, Jordana de Trejo donó a la Compañía de Jesús una propiedad sobre el margen norte del río Lules. Allí establecieron una granja y criaron ganado.
La Banda, Tafí del Valle
Los jesuitas se instalaron en el valle tafinisto en 1716. Levantaron la capilla y organizaron la estancia que la rodeaba y que incluía los actuales territorios de Las Carreras y El Mollar.
La esquina de 25 de Mayo y San Martín
Donde hoy se encuentra el templo de San Francisco funcionó la iglesia y el colegio que la Compañía de Jesús instaló en San Miguel de Tucumán; aún hay restos de aquellos edificios.